Después de 4 meses, por fin he terminado mi web.

Sí, 4 meses para una web que en teoría se hace en una tarde.

¿Sabes por qué?

Porque la he rehecho tres veces.

Las dos primeras porque no encontraba la plataforma adecuada para mostrar mi trabajo como se merece. Todo me parecía cutre. Sin alma. Plantillas que parecían hechas en 2010 para gente que se conforma con "algo funcional".

Y no, yo no soy de esos.

La tercera vez la rehice porque el responsive me estaba volviendo loco.
¿Responsive? Que se vea bien en el móvil y no parezca un PowerPoint descuadrado, vaya.

No te imaginas la de vídeos de YouTube que he visto a las 2 de la mañana para que los textos se alinearan bien, que el menú no desapareciera y que los vídeos no se descuadraran cuando alguien la abría en un iPhone.

¿Fui cabezón? Sí.

¿Perdí tiempo? Quizás.

Pero quería una web que representara mi nivel de trabajo, no un "hazlo tú mismo y ya está".

Ahora ya está terminada.
Con proyectos que me enorgullecen.
Con vídeos que cuentan historias y fotos que hacen que no pases de largo.
Con un diseño que fluye y que invita a quedarse.

Si haces contenido para otros, tu escaparate no puede ser un desastre. Y si no tienes escaparate, no existes.

Te lo digo porque yo he tardado 4 meses en entenderlo.

No es perfecta.
Pero es mía.
Y estoy orgulloso de ella.

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